Los
niños y niñas aprenden de su experiencia cómo funciona el mundo y
qué se espera de ellos. Por lo tanto, su comportamiento estará en
gran parte determinado por la actuación de las personas que lo
cuidan desde su más tierna infancia.
En algunas ocasiones,
cuando los niños actúan de manera desafiante, negativa y agresiva
hacia sus padres, obtienen consecuencias favorables para ellos, como
el cese de las demandas, la retirada de la atención no deseable o la
obtención de algo agradable. Como resultado, estas conductas se
fortalecen y ocurrirán con mayor probabilidad en el futuro.
Del mismo modo, cuando
los padres son muy severos, agresivos o negativos en sus
interacciones con los niños, a veces, son reforzados porque esa
conducta produce obediencia o elimina una fuerte irritación.
Consecuentemente, tanto
los niños como los padres aprenden a tener comportamientos negativos
y agresivos cuando se enfrentan a acontecimientos desagradables.
La forma de que el niño
aprenda un sistema de normas y ajuste su comportamiento a éste es
asegurarse de que siempre reciba las consecuencias apropiadas a
sus actos, es decir, si se comporta bien debe tener consecuencias
positivas pero si se comporta mal deberán ser negativas. Es
necesario tener en cuenta que los niños y niñas necesitan que otras
personas establezcan unos límites al comportamiento inapropiado y
apliquen consecuencias a la conducta de forma predecible y
consistente.
¿Cómo podemos
conseguirlo?
Para
descubrirlo nos adentraremos en las diferentes situaciones que se
pueden presentar durante el cuidado y educación de nuestros hijos:
Hay
ocasiones en las que el niño
hace algo bien,
o lleva a cabo un comportamiento que nos gustaría que mantuviese,
como por ejemplo ordena su cuarto, ayuda a un hermano, etc.
Será
mucho más probable que vuelva a comportarse de este modo si, recibe
algo agradable para él, por ejemplo: si el padre o la madre le
dicen:
“me
ha gustado como has ayudado hoy a tu hermano”
Es
importante en estos casos no recordar otras ocasiones en las que no
lo ha hecho bien, por ejemplo:
“Hoy
has recogido tu cuarto, pero ayer lo dejaste todo desordenado”
De
esta forma la sensación para el niño es desagradable y por lo tanto
será menos probable que intente hacerlo bien otra vez.
En
otras ocasiones, el niño se encuentra en una situación que no le
resulta agradable, por ejemplo dentro de casa cuando quiere salir. En
estos casos, si condicionamos la
salida de esta situación a la realización de un comportamiento,
es muy probable que el pequeño repita esta forma de actuar en el
futuro. Por ejemplo:
“Cuando
acabes los deberes podrás salir” o,
“Cuando
ordenes el cuarto podrás ir al salón”.
Hay
veces en las que el niño
presenta un comportamiento inadecuado,
a pesar de que en otras ocasiones se le ha explicado que no debe
actuar de este modo. En estos casos, si queremos que aprenda a no
realizar este comportamiento en el futuro, las consecuencias deberán
ser desagradables para él. Aunque, en primer lugar, cuando sea
posible, es recomendable dar un aviso, para ofrecer la oportunidad de
que corrija su comportamiento:
“No
insultes a tu hermana”
“Si
lo vuelves a hacer ocurrirá X”
En
caso de que no obedezca, inmediatamente hay que pasar a la acción y
cumplir el la advertencia que le hemos formulado (X). Hay varias
formas de conseguir que el niño perciba como desagradable la
consecuencia tras su comportamiento:
- Retirar algún objeto o actividad que le guste durante un tiempo:
- “No ves la Tv durante 15 minutos”
- “No sales al parque esta tarde.”
- “Dejas de jugar a...”
- Situarlo durante un tiempo limitado en un entorno aburrido.
- “Te sientas en la trona durante dos minutos”
- “Te sales al pasillo durante 5 minutos”
Tanto
los gritos como el castigo físico son consecuencias que percibidas
como desagradables por los niños, y por tanto, si se utilizan
después de un comportamiento inadecuado, es probable que dejen de
realizarlo, al menos a corto plazo. No obstante, ya hemos señalado
en anteriores publicaciones las consecuencias de usar estas opciones
de forma frecuente.
Por
último, es muy común que niños y niñas exijan
el cumplimiento de alguno de sus deseos porque en otras ocasiones lo
han conseguirlo, por ejemplo cuando
acompañan a los padres al supermercado y piden un helado, o cuando
quieren conseguir la atención constante de su madre o padre incluso
en situaciones inadecuadas.
En
estos casos, bastará con no prestar atención a las diferentes
“escenas”, que desplieguen los niños: por ejemplo: llorar,
tirarse al suelo, etc.
Es
conveniente señalar, que las primeras ocasiones que se utiliza esta
estrategia, es probable que se produzca un aumento de la
conducta no deseada ya que el niño o la niña tienen la costumbre de
conseguir sus deseos de esta forma (llorando, gritando, etc.) y por
tanto pensarán:
“no habré llorado
suficiente, voy a llorar más”
Poniendo
en práctica de forma constante estos procedimientos, en poco tiempo
el pequeño aprenderá qué se espera de él y comenzarán a
desaparecer las dificultades educativas.