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domingo, 23 de junio de 2013

Cuando los padres y madres no cuidan de forma adecuada de sus hijos

En ciertas ocasiones algunos niños y niñas no son cuidados y protegidos de forma adecuada por sus padres biológicos. Cuando esto ocurre, la administración interviene para garantizar el bienestar de estos pequeños y en muchos casos es necesario separarlos de su familia de origen para garantizar su seguridad.

Para que estos niños y niñas puedan disfrutar de una infancia normalizada en el seno de una familia, la legislación española, dispone de dos medidas de protección: el acogimiento familiar y la adopción.

El acogimiento familiar se postula como la opción más adecuada cuando no es aconsejable que el niño pierda su identidad familiar debido a la existencia de vínculos afectivos positivos con algunos miembros de su familia biológica o bien cuando no es posible establecer otra medida más estable.

Por otra parte, en los casos en los que no existe posibilidad de retorno con su familia biológica y la vinculación afectiva es perjudicial o inexistente, la medida idónea es la adopción.

Los pequeños que comienzan la convivencia con una familia acogedora o adoptiva, han tenido que sufrir, por una parte, las brutales circunstancias que han originado la salida de su entorno familiar, que con gran probabilidad ocasionarán alteraciones en su desarrollo.

Por otra parte, a pesar de que su entorno familiar no fuese beneficioso para ellos, hasta este momento, era el único que conocían y por lo tanto, la separación de sus padres desencadena una importante ruptura que lleva aparejado un profundo sentimiento de pérdida. Por desgracia para estos pequeños, esta no es la única separación que experimentarán en sus cortas vidas.

Tras la separación de su familia biológica, algunos niños y niñas son cuidados en centros de protección de menores y otros en familias acogedoras temporales durante el tiempo que transcurre hasta que se consiguen las condiciones necesarias para poder establecer un acogimiento permanente o una adopción.

Estos procesos suelen durar varios meses y en algunos casos más de un año, por lo tanto, los pequeños continuarán con su desarrollo y establecerán nuevos lazos afectivos con las personas que los cuidan. En algunos casos esta será su primera relación afectiva de calidad. No obstante, cuando comienzan a disfrutar de cierta estabilidad deben volver a cambiar de familia.

Como vemos, la vida para estos infantes ha tenido un principio mucho más difícil que para el resto de bebés que son cuidados y protegidos de forma adecuada por sus padres desde su nacimiento. Sin embargo, ahora comienza una nueva etapa para ellos y, en esta ocasión, disponen de una nueva familia que le aportará todo el cariño, cuidados y protección que no han podido disfrutar anteriormente.

La mayoría de los niños y niñas acogidos o adoptados consiguen superar los perjuicios derivados de las experiencias vividas con su familia biológica, de su paso por el centro de protección de menores así como de las sucesivas despedidas que han tenido que afrontar. A partir de este momento podrán disfrutar de una infancia normalizada junto a su nueva familia.